Como siempre decimos: Dios sabe como hace sus cosas y el tiempo de Dios es perfecto!!!
Y así fue: a pesar de estar lejos de mi esposo, logré estar cerca de MiVida (mi mamá) de ayudarla a moverse de casa, de arreglar el nuevo apto; aprendí con ella, a ajustarnos a la “nueva normalidad” (mercar, comprar verduras, pedir citas médicas... todo por internet) pasamos momentos simples pero maravillosos, disfrutando un buen desayuno, tomarnos juntas el café de la mañana, a hacer siestas sin límite de tiempo, horas de lectura, ver películas... estar todo el día con ella... y eso sencillamente: no tiene precio!!
Así que con el corazón partido en dos, cerca de mi mamá y lejos de mi esposo, empecé a buscar un balance: trasnochar para acompañarlo más en su día a día y de madrugar para estar con mi mamá.... y así pasaron los días: mi esposo gestionó papeles y permisos ante el Ministerio de Relaciones Exteriores en Filipinas y se logró lo que difícilmente se pensaba: una excepción a la Visa de turismo (Visa 9a): un permiso especial que me daba el gobierno filipino para ingresar al país!! (Al inicio de la pandemia, Filipinas anuncia el cierre de sus fronteras a entrada de turistas hasta el segundo semestre de 2021)
Así que ya con permiso aprobado y gestionado la visa temporal ante la embajada de Filipinas en Brasil, debíamos apresurarnos antes que los países volvieran a cerrar aeropuertos; había que coordinar el viaje pronto, conseguir lo necesario, buscar, empacar, averiguar... debíamos hacer todo rápido y coordinar vuelos porque en pandemia la mayoría de rutas y frecuencias aéreas estaban cerradas... la chica de la agencia de viajes, se convirtió en mi ángel de la guarda y con la preocupación de una mamá, cuidó hasta el último detalle de mi viaje!!
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